Las cuevas siempre han tenido un significado especial para los humanos, han sido su casa y refugio a lo largo de miles de años, pero al mismo tiempo, también son lugares repletos de misterio, peligro y simbología.
Los primeros humanos vivían en las cuevas, pero también lo hacían los temibles osos cavernarios o leones de las cavernas, seres de muy diversas mitologías también tenían su morada en las cuevas, por lo tanto, estos espacios subterráneos pueden resultar tan seguros como peligrosos para los seres humanos.
El Paleolítico Superior fue un período marcado por las glaciaciones. Durante milenios, los humanos tuvieron que hacer frente a temperaturas extremas y a paisajes cubiertos de hielo y nieve a lo largo de muchos meses al año. En ese contexto de clima extremo, la temperatura constante que mantienen las cuevas constituiría un valor muy atractivo para las personas, tal vez ese sea el motivo de que las cuevas fueran una vivienda tan apreciada por los habitantes del Paleolítico.
Pero los primeros humanos no habitaban cualquier cueva, preferían aquellas cuya boca estuviera orientada hacia el sur o hacia el este, mejor todavía si se encuentran en una posición desde la que se pueda dominar el territorio... Los leones o los osos cavernarios también tenían estos espacios como guarida, por lo tanto, los humanos tendían a evitar las cuevas ocupadas por los animales.
Una vez seleccionada una cueva donde vivir, no lo hacían en cualquier parte de la misma, realizaban la vida diaria en la parte más luminosa y soleada, en la entrada, intentaban aprovechar lo máximo posible la luz y el calor que aportaba el sol.
El fondo de la cueva podía ser un hábitat adecuado para las fieras. Atendiendo a los restos encontrados en Ekain, parece que el oso cavernario se encontraba muy cómodo en esa parte. Las personas ocupaban esa parte en momentos muy puntuales.
Las cuevas siempre han tenido un componente mágico, sagrado o temible para las personas de ámbitos geográficos y de épocas muy diversas. Durante el Paleolítico realizaron impresionantes pinturas en las entrañas más profundas de la tierra, han sido lugares para esconder tesoros, ahí viven seres temibles de muchas tradiciones mitológicas, son espacios relacionados con la muerte y el mundo de los muertos... Aparecen a menudo como espacios ligados a acontecimientos oscuros y malignos.
La diferencia entre los espacios de vivienda y ese mundo “simbólico” es muy evidente en la cueva de Ekain, los dos espacios están separados incluso físicamente.
La habitación se encuentra en la entrada de la cueva y se trata de un luminoso espacio de unos 35 metros2, orientado hacia el este, situado en una inmejorable posición para vigilar el valle de Sastarrain... Ahí se encuentran las herramientas creadas y utilizadas para la vida diaria, también los restos de los animales cazados por ellos y de los hogares que hubo en la cueva.
De ese espacio parte un estrecho túnel de unos 15 metros. Ese tubo descendente abre el camino a las galerías que contienen el tesoro más impresionante de Ekain, al mismo tiempo que aísla el magnífico conjunto de arte rupestre de la luz del sol.
Estas partes ocultas de las cuevas han sido interpretadas muchas veces como santuarios. Tradicionalmente se piensa que los humanos realizaban actos relacionados con el mundo de las creencias. El arte rupestre hallado en la cueva de Ekain estaría relacionado con ese uso simbólico.
En otras cuevas, esa utilización simbólica no ha dejado ningún vestigio material claro. Existen cuevas largamente ocupadas durante la prehistoria y son testigo incomparable de ello los restos hallados en sus yacimientos arqueológicos, pero no disponemos pruebas materiales de un uso ritual.
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